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LA PERSONALIDAD EMPRENDEDORA
Todo lo relacionado con emprender y las personas emprendedoras está de moda. En los foros periodísticos, radiofónicos y televisivos abundan los programas en los que se cantan las excelencias de las personas emprendedoras y se invita a alguna de ellas para que ofrezcan las claves del éxito o exponga cómo ha superado sus fracasos.
Pero ¿qué significa exactamente ser una persona emprendedora? Y, sobre todo, ¿de qué pasta está hecha?, ¿cuáles son las características específicas de la personalidad emprendedora?
Habitualmente se considera que una persona emprendedora es aquella que ha montado algún proyecto o negocio y ha tenido éxito, lo cual es correcto en términos generales, pero el asunto da mucho más de sí. A este tipo de personas las llamamos extra-emprendedoras, porque montan un proyecto nuevo que previamente no existía.
Ahora bien, no son menos importantes las intra-emprendedoras, o innovadoras, es decir, personas que trabajan en una empresa o institución y llevan a cabo innovaciones importantes en el ámbito de su puesto de trabajo, mejorando así el rendimiento de la empresa o alguno de los procesos que pueden darse dentro de ella. No tienen tanta visibilidad social como en el primer caso, pero son fundamentales para la buena marcha de las organizaciones y de la sociedad en general.
También se habla de emprendedores personales, para referirse a aquellas personas que tienen autocontrol sobre su vida y son capaces de tomar decisiones novedosas en la esfera del ámbito personal, de reinventarse, de auto-innovarse.
Cabe, finalmente, hablar de emprendedores sociales, cuando las capacidades de innovación e iniciativa se concentran en mejorar las condiciones de vida de la comunidad, todo tipo de voluntariado y ONGs estarían encuadrados en esta categoría. Aunque diferentes, estos cuatro tipos de actitud emprendedora están relacionados y comparten muchas características.
Vistas esas ocho características de la personalidad emprendedora es legítimo preguntarse si es posible mejorar esos aspectos, o se tiene el nivel que se tiene de una vez por todas. Nuestro porvenir no está escrito en los genes de forma inmutable, como bien nos enseña la epigenética (López-Otín, 2019). Lo mejor que tenemos los humanos es nuestra capacidad de aprender y, por tanto, de cambiar, así que, si identificamos nuestros puntos fuertes y débiles, podemos mejorar aquello en lo que andemos más flojos, hay que ser emprendedor con uno mismo.
Una pregunta habitual es si es posible detectar y estimular las características de la personalidad emprendedora desde la escuela. La respuesta es afirmativa: se puede y se debe hacer.